Tratamos
hoy un tema que preocupa mucho a las parejas separadas: ¿cómo hacer cuando en
la educación de nuestros hijos, también contribuyen la pareja nueva de los
padres?.
El
nombre que se atribuye a esta figura tan importante en la coeducación de
nuestros hijos, también suena mal, porque entre otras cosas, ‘padrastro’, se
asocia al pellejo junto a las uñas de las manos, que suele arrancarse o cortarse. En el caso de la madrastra, en nuestra cultura occidental, todos evocamos a la madrastra de Blancanieves que solo deseaba su desaparición, para mantener su goce narcisista. El sufijo 'astro' se asocial por tanto a algo malo, o despectivo de manera peyorativa (ej.: camastro, medicastro, politicastro, etc.). En cambio llama la atención como en otros idiomas como es el francés, la connotación es totalmente distinta, incluso excesivamente favorable: madrastra se escribe: 'belle-mère', y se traduce como amada madre: ¿por qué esta diferencia de significación entre idiomas?. Parece una cuestión cultural.
No obstante ahora se utilizan más otros términos, con menos connotaciones negativas: el novio de la madre/padre o compañera/o del padre/madre, o también por el nombre propio.
No obstante ahora se utilizan más otros términos, con menos connotaciones negativas: el novio de la madre/padre o compañera/o del padre/madre, o también por el nombre propio.
Pero
quiero resaltar en este escrito, el protagonismo que estas figuras va tomando
progresivamente, debido a que muchas de las separaciones que suceden, duran
menos tiempo y la familia se reconvierte en otra, que da paso a una nueva
estructura familiar donde se van incluyendo las nuevas parejas formadas. Estas
nuevas estructuras familiares merecen un tratamiento especial, en capítulos
nuevos.
Hoy
en cambio, quiero centrarme en esta figura denostada, que podría tener más
importancia educativa. No me refiero a que pudiera ocupar el lugar del padre no
custodio, porque es algo imposible, ya que las vinculaciones afectivas más
importantes se dan en los primeros años, y además en la estructura simbólica
familiar está inscrito un padre o madre que si que ocupa este lugar real y
simbólico, con la inscripción en el registro civil.
Otra
cuestión sería cómo podría realizarse una vinculación afectiva hacia esta
figura, a través siempre del deseo de la madre (o del padre, según). Este deseo
de amor hacia la nueva pareja, puede conllevar, y aquí está la dificultad, la
introducción de este adulto en la estructura tras el dolor más o menos superado
de la separación de los padres. En este sentido conviene que se haya podido
realizar el duelo por parte de todos los componentes de la familia, respecto a
la nueva situación de la pareja parental, asimilando y admitiendo que ambos
pueden formar nuevas parejas sin que ello les trastoque excesivamente sus
vidas. Es decir van a poder seguir en el mismo centro educativo, con sus
amigos, familiares, etc. Pero van a tener dos lugares de convivencia muy
diferentes, donde existirán reglas también diferentes.
Por
supuesto si existe una buena relación entre los padres separados todo es mucho
más fácil, y se evitará que los/as hijos/as, se aprovechen de las
circunstancias para sacar ventajas y otras cuestiones.
Es
en esta convivencia separada donde se plantea como encajar esta nueva figura:
la madrastra o el padrastro, para que se cree un vínculo afectivo saludable. Es
decir una relación afectiva, donde el/la niño/a o adolescente sienta que tiene
nuevos apoyos, de unos adultos que van a convivir en la misma casa, y que
dejarán de ser unos extraños progresivamente.
Esta
cuestión dependerá en primer lugar de “la naturalidad”, con la que se lleve la
relación de pareja. Es decir no habrá cosa más negativa que se vuelvan a
reproducir las discusiones y peleas domésticas de antaño. La constancia de la
relación, los hijos pueden estar cansados por afrontar nuevas relaciones de los
padres, y nuevas pérdidas cuando se rompe la relación. Por ello ya no quieren realizar
nuevos duelos. Los chavales y chavalas son muy rápidos en levantar un muro de
protección afectiva, contra nuevos adultos que irrumpen en sus vidas de la mano
de su padre o madre, y que probablemente desaparecerán de sus vidas de la misma
forma que han entrado en ellas.
El
padrastro o la madrastra tendrá que ganar el respeto de los hijos/as, con ayuda
del padre o madre, según corresponda, que son quienes detentan la autoridad
sobre el menor y la responsabilidad legal. Me refiero ya a los familias
reconstituidas y consolidadas, que llevan varios años de convivencia y ya no
existe ese temor a que el nuevo compañero/a de la madre o del padre, se vaya.
En
estos casos los adultos tendrán que actuar unidos. Esto vale para todo tipo de
familias. No se puede funcionar cuando hay dos discursos diferentes a los que
acogerse. ¿Cuál se sigue?. Por ello después de discutir las cosas por separado
sin la presencia de los hijos/as, se planteará el acuerdo al que se ha llegado,
para que se siga o se pueda cuestionar, para mejorarlo, dentro de un clima de
diálogo y entendimiento.
Para
finalizar creo que la figura de los nuevos compañeros de los padres, pueden tener
una función afectiva importante, sin tener la responsabilidad de los padres
biológicos. Pero esta afectividad hay que saber ganársela todos los días, escuchando
a sus nuevos hijos/as