miércoles, 13 de junio de 2018

Padrastros y madrastras o viceversa


Tratamos hoy un tema que preocupa mucho a las parejas separadas: ¿cómo hacer cuando en la educación de nuestros hijos, también contribuyen la pareja nueva de los padres?.

El nombre que se atribuye a esta figura tan importante en la coeducación de nuestros hijos, también suena mal, porque entre otras cosas, ‘padrastro’, se asocia al pellejo junto a las uñas de las manos, que suele arrancarse o cortarse. En el caso de la madrastra, en nuestra cultura occidental, todos evocamos a la madrastra de Blancanieves que solo deseaba su desaparición, para mantener su goce narcisista. El sufijo 'astro' se asocial por tanto a algo malo, o despectivo de manera peyorativa (ej.: camastro, medicastro, politicastro, etc.). En cambio llama la atención como en otros idiomas como es el francés, la connotación es totalmente distinta, incluso excesivamente favorable: madrastra se escribe: 'belle-mère', y se traduce como amada madre: ¿por qué esta diferencia de significación entre idiomas?. Parece una cuestión cultural.

No obstante ahora se utilizan más otros términos, con menos connotaciones negativas: el novio de la madre/padre o compañera/o del padre/madre, o también por el nombre propio.

Pero quiero resaltar en este escrito, el protagonismo que estas figuras va tomando progresivamente, debido a que muchas de las separaciones que suceden, duran menos tiempo y la familia se reconvierte en otra, que da paso a una nueva estructura familiar donde se van incluyendo las nuevas parejas formadas. Estas nuevas estructuras familiares merecen un tratamiento especial, en capítulos nuevos.

Hoy en cambio, quiero centrarme en esta figura denostada, que podría tener más importancia educativa. No me refiero a que pudiera ocupar el lugar del padre no custodio, porque es algo imposible, ya que las vinculaciones afectivas más importantes se dan en los primeros años, y además en la estructura simbólica familiar está inscrito un padre o madre que si que ocupa este lugar real y simbólico, con la inscripción en el registro civil.

Otra cuestión sería cómo podría realizarse una vinculación afectiva hacia esta figura, a través siempre del deseo de la madre (o del padre, según). Este deseo de amor hacia la nueva pareja, puede conllevar, y aquí está la dificultad, la introducción de este adulto en la estructura tras el dolor más o menos superado de la separación de los padres. En este sentido conviene que se haya podido realizar el duelo por parte de todos los componentes de la familia, respecto a la nueva situación de la pareja parental, asimilando y admitiendo que ambos pueden formar nuevas parejas sin que ello les trastoque excesivamente sus vidas. Es decir van a poder seguir en el mismo centro educativo, con sus amigos, familiares, etc. Pero van a tener dos lugares de convivencia muy diferentes, donde existirán reglas también diferentes.

Por supuesto si existe una buena relación entre los padres separados todo es mucho más fácil, y se evitará que los/as hijos/as, se aprovechen de las circunstancias para sacar ventajas y otras cuestiones.

Es en esta convivencia separada donde se plantea como encajar esta nueva figura: la madrastra o el padrastro, para que se cree un vínculo afectivo saludable. Es decir una relación afectiva, donde el/la niño/a o adolescente sienta que tiene nuevos apoyos, de unos adultos que van a convivir en la misma casa, y que dejarán de ser unos extraños progresivamente.

Esta cuestión dependerá en primer lugar de “la naturalidad”, con la que se lleve la relación de pareja. Es decir no habrá cosa más negativa que se vuelvan a reproducir las discusiones y peleas domésticas de antaño. La constancia de la relación, los hijos pueden estar cansados por afrontar nuevas relaciones de los padres, y nuevas pérdidas cuando se rompe la relación. Por ello ya no quieren realizar nuevos duelos. Los chavales y chavalas son muy rápidos en levantar un muro de protección afectiva, contra nuevos adultos que irrumpen en sus vidas de la mano de su padre o madre, y que probablemente desaparecerán de sus vidas de la misma forma que han entrado en ellas.

El padrastro o la madrastra tendrá que ganar el respeto de los hijos/as, con ayuda del padre o madre, según corresponda, que son quienes detentan la autoridad sobre el menor y la responsabilidad legal. Me refiero ya a los familias reconstituidas y consolidadas, que llevan varios años de convivencia y ya no existe ese temor a que el nuevo compañero/a de la madre o del padre, se vaya.

En estos casos los adultos tendrán que actuar unidos. Esto vale para todo tipo de familias. No se puede funcionar cuando hay dos discursos diferentes a los que acogerse. ¿Cuál se sigue?. Por ello después de discutir las cosas por separado sin la presencia de los hijos/as, se planteará el acuerdo al que se ha llegado, para que se siga o se pueda cuestionar, para mejorarlo, dentro de un clima de diálogo y entendimiento.

Para finalizar creo que la figura de los nuevos compañeros de los padres, pueden tener una función afectiva importante, sin tener la responsabilidad de los padres biológicos. Pero esta afectividad hay que saber ganársela todos los días, escuchando a sus nuevos hijos/as