jueves, 14 de julio de 2016

EL ABUSO DE LOS ANTIDEPRESIVOS

Decía el país recientemente (elpais.es 28/06/2016), que si los antidepresivos no funcionan ¿por qué se recetan con soltura? (sic). Para decir esto se apoyaba en recientes investigaciones que subrayan su ineficiencia, salvo en casos severos. Y a pesar de los malos resultados, en España se triplica el consumo (fuente AEMPS).

La depresión llamada por muchos la enfermedad del siglo XX, afecta ya entrado el siglo XXI a 350 millones de personas en el mundo. La revista médica The Lancet en un estudio reciente, no sólo concluye que los antidepresivos no aportaban ningún beneficio, sino que además provocan muchos efectos secundarios, como por ejemplo pensamientos suicidas, que es una de los problemas más importantes a tratar precisamente en la depresión.

El Prozac es el elemento paradigmático. Se han escrito muchos libros a favor o en contra, como por ejemplo: “Más Platón y menos Prozac” de L. Marinoff). Este fármaco salió al mercado en una gran campaña mediática, como la droga de la felicidad, y sin embargo no es mejor que un placebo en personas con depresión leve o moderada. Incluso se cita también en el artículo, que la empresa farmacéutica GlaxoSmithKline, también había constatado estos datos en sus propias investigaciones. Hay otros estudios publicados en la revista Nature que muestran que los antidepresivos si son efectivos en los casos de depresión grave. En estos casos la duración de estos tratamientos puede durar hasta 18 meses y en muchos casos más tiempo.

El prozac (fluoxetina), inhibidor selectivo de la recaptación de serotonina, ya tiene 25 años de existencia, fue el fármaco de moda cuando se introdujo en el mercado yanqui (1988), el sumun farmacéutico, gracias a la campaña comercial que se hizo, en la que ayudó mucho el libro de E. Wurtzel, “Nación Prozac”, que fue un best seller. “Lo que hizo que el Prozac fuera popular no fue su potencia –que en realidad no era tanta- sino su buena comercialización”, según D. Healy, profesor de la Universidad de Cardiff y autor de Pharmageddon. Además hizo que la cautela que había hacia los medicamentos, desapareciera en gran medida. En este sentido el efecto fue devastador, ya que se disparó su uso porque sirviera para tratar cualquier trastorno anímico. La única parte positiva es que cambió el concepto de depresión, haciéndola más cercana al individuo, y no se considerara tan grave; sirvió para que la enfermedad mental no estuviera tan mal vista, pero también favoreció a la psiquiatrización de la sociedad, y a un consumo de psicofármacos como nunca se había conocido.

¿Pero para qué sirven los antidepresivos?, anteriormente no he dicho que no tengan efectos, lo que se dice en las investigaciones citadas, es que no ayudan a curar la depresión moderada. Los psicofármacos no curan los problemas, estos se resuelven en terapia.  El Prozac actúa sobre la serotonina, pero la investigación científica no ha detectado hasta ahora ninguna anormalidad en el sistema de la serotonina en personas deprimidas. Los psicofármacos son drogas psicoactivas como el alcohol o la marihuana, por eso te sientes diferente cuando los tomas, colocándote en un estado mental diferente, produciendo efectos psicoactivos. En el caso de los antidepresivos, pueden ocultar -no curar-, los problemas emocionales, y con ello producir sensación de mejoría. Se necesitaría más información de los efectos que producen, también de sus efectos secundarios, y así poderlos conocer más.

El problema de base en mi opinión es la cantidad de dinero que mueven las empresas farmacéuticas con la venta de los psicofármacos, que actúan como un potente lobby, que condiciona hasta a los gobiernos y como no a los propios médicos. Esto nos lleva al tema de las prescripciones, donde hace falta una mayor cultura, sobre todo en nuestro país, por una parte el médico se siente necesitado a responder a la demanda del paciente, con un medicamento que puede ser en forma de placebo (como las vitaminas antaño) o un antidepresivo, con sus efectos ya dichos. Así el paciente entiende que se le atiende. Porque la cultura sanitaria ha hecho que se funcione así. Si no se consigue el medicamento parece que nos tratan mal; por eso tenemos en las casas, armarios llenos de medicamentos, que parecen verdaderos hospitales de campaña, ya que no se suelen acabar los fármacos. En otros países sólo se prescribe lo que se va a tomar. España es el segundo país de la OCDE en ventas de tranquilizantes, y no creo porque vivamos más nerviosos o estresados en este país.

Llegados a este punto, tengo que recalcar, aunque parezca demasiado insistente, que los problemas mentales se tratan con terapia, a cargo de un psicólogo clínico, y conviene hacerlo cuando empiezan, y no esperar a que se cronifiquen, otro efecto de los fármacos, a partir de esa especie de anestesia general que producen, haciendo que se vaya posponiendo el análisis de la solución.

Y para terminar un broche para conocer lo que está en juego. Allen Frances es un conocido psiquiatra, que ha intervenido en la realización de los manuales de diagnóstico de los trastornos mentales (Diagnostic and Statical Manual of Mental Disorders, DSM), que son la referencia en el diagnóstico para la psiquiatría. Él participó en las tres primeras compilaciones y dirigió la cuarta, y ha sido muy crítico con las primeras y especialmente con la 5ª, ya que se está siendo muy poco preciso con las definiciones de enfermedades mentales. Si hay nuevos diagnósticos como el de “adicción al sexo” que ya se ha suprimido, pueden comercializarse nuevos fármacos, y seguir así con el inmenso negocio.

Y en la línea que comentaba antes añade: "Necesitamos reeducar a los médicos y al público y decirles que la medicación general daños, no solo beneficios, de que no todo problema humano viene de un desequilibrio químico, que la tristeza no se debe tratar, que el diagnóstico psiquiátrico es difícil de hacer y que se tarda mucho tiempo para ello y, en muchas ocasiones, varias visitas con el paciente. Algunos de los problemas vienen de los propios ciudadanos que, de entrada, piden pastillas. La gente debe aprender que los fármacos pueden ser peligrosos para ellos y para sus hijos. Sólo en raras ocasiones tomarse un medicamento es la mejor solución. Ahora en EEUU los fármacos recetados matan más por sobredosis que las drogas de la calle. Se causan más muertes con las farmacéuticas que con los cárteles de la droga" (Elmundo.es 14/09/16).